jueves, 26 de febrero de 2015

Hace unos días, el lunes 9 de este febrero, para ser más exáctos, asití a la Rodada del Grupo RetroVintage Bikes acompañando a Omar Hernández de Vive México en Bici al inicio de la campaña NO MÁS BICICLETAS BLANCAS y resultó lamentable para mi que algunos y algunas ciclistas ahí presentes, no tienen la menor idea de qué es o qué significa colocar una bicicleta blanca.
Entre broma y broma llegué a escuchar, se los juro, que varias personas decían "yo no me enteré, si no pues hubiera traído la otra bici, pero pues, me vine en la blanca" plop!
Por eso, he aquí el artículo publicado por una de mis hijas:


No más bicicletas blancas.
Por: Violeta Sánchez

“Él se lo buscó, para que no se fija”, “me da mucho coraje cuando se atraviesan”, “es que siempre van sin cuidado”, “¡míralos! luego porque los atropellan”.

La gente llega, se reúne, a algunos se les nota tristes, abatidos, desesperanzados, otros solo van a cumplir o a aprovechar la reunión.
No es un velorio cualquiera, no hay cuerpo que velar, ni siquiera hay un nombre, solo los datos. Sexo: masculino, tez: morena, edad: unos veintitantos, origen: de otro estado, de Chiapas. ¿Y qué hacía aquí? Venía a buscar una mejor vida… Creo que ya la encontró.

En otra ocasión fue doble la pena, una en Villa de Seris, también a un joven. Otra por la calle Quiroga, era un albañil. Después una más, el tío de un amigo.
Y así, se siguen acumulando las ofrendas, siempre arriba, en lo alto de los postes, lo más alto posible para que no se la roben y el color siempre es igual, blancas. Como la esperanza del joven que murió- no- que mataron! al ser atropellado cuando iba a su trabajo. Blancas, como las nubes que estaban arriba en el cielo a la hora de su llegada. Blancas, sin color, como el silencio que se guarda por ellos.

¿Se pudo haber evitado? Claro, si ellos no se hubieran atrevido a desafiar el tráfico, a los automovilistas y no hubieran andado en bicicleta. Claro, si hubieran tenido más dinero para comprarse un coche, no de lujo, nomas uno que los llevara y trajera. Claro, si no anduvieran de “modita” y anduvieran como todos los demás en esos motorizados metálicos, con llantas grandes y que solo funcionan con gasolina.

Entonces, la culpa es de ellos, ¿o no? tal vez no, tal vez, solo tal vez, si nosotros, si tú, que tienes la posibilidad de comprar uno de esos lujos, un automóvil, anduvieras con más precaución, o si cambiáramos un poco, un poquito nada mas nuestra actitud, si nos tomáramos la molestia de girar la cabeza para ambos lados antes de dar la vuelta, o de soportar el peso de nuestro pie para no dejárselo caer al pedal del acelerador, tal vez así se podrían evitar los accidentes.

Desde que estamos chicos y chicas, desde bebés nos enseñan a compartir, nuestros juguetes, nuestros dulces, y ¿nuestro espacio?, entonces nunca olvidemos esa lección y recordemos que no estamos solos en la ciudad en la que vivimos, que los edificios, calles y banquetas se hicieron para todos y todas, y que siempre va a doler mas la acción de arrebatar (o perder) una vida que atrasarte 5 segundos al ceder el paso o al voltear hacia arriba a lo alto de los postes donde está colocada esa bicicleta blanca, esa que se colocó ahí para él o ella, en memoria de quien perdió su vida, su esperanza, su familia, sus sueños de lograr ser algo más y transcender, todo por una actitud.

En vez de señalar, levantemos la mano al momento de que pregunten quién hizo lo correcto.

Por cierto, ¿ya escucharon la canción de “La bicicleta blanca” de Raúl Lavié y Astor Piazzolla?

La Bicicleta Blanca es también una denuncia social ante la falta de cultura vial, la falta de infraestructura necesaria para la movilidad no motorizada y el abuso de vehículos automotores que gozan de total prioridad en las calles de nuestra ciudad. Es un reclamo para nuestras autoridades a las cuales exigimos sea respetado nuestro derecho a las calles y se implementen las medidas necesarias para transitarlas con seguridad, sea cual sea el medio de transporte de nuestra elección… (tomado de República.com.uy)

Andar en bicicleta no se olvida jamás!

Andar en bicicleta no se olvida jamás!

Crecí, orgullosamente, en un pueblo bicicletero y aún que se que la mayoría de las veces que lo escuché decir a diversas personas, era con intención de ofendernos a los oriundos de Navojoa, yo no lo tomé así.

De los primeros recuerdos que tengo con tal vehículo de dos ruedas es la cara de tristeza, impotencia y angustia con que regresaba mi padre de su trabajo en las oficinas de la Defensa Agrícola, al tener que comentarnos tanto a mi mamá como a sus hijos y a mi (su hija) el robo de su bicicleta del cual había sido víctima. Y miren que esto fue un comprar una y otra vez con el mismo resultado hasta en 2 o tres ocasiones.

Ya más adelante llegaría una nueva alegría a casa con una hermosa bicicleta de color verde comprada para mi hermano mayor, claro, pues esas cosas eran para los hombres, aunque a mi se me fueran los ojos detrás de él cuando lo veía montado en su baica por la calle de la casa –no más lejos-.
Pero como nunca faltan las complicidades y para eso, mi gran amiga Norma (+) y yo nos pintábamos solas, llegó el día en que convertida en toda una instructora en esas lides me dio, literalmente, el empujón que requería para iniciar mi amorío con la baica. Todo fue sentir el viento sobre mi cara y la libertad que te da el pedaleo que, hasta se me olvidó si iba ella detediéndome o no y continué en mi ensoñación hasta despertar con los gritos de frena, frena, que desaforada me gritaba ya que la había dejado como a media cuadra atrás y de ahí ya nadie me detuvo.

Siendo la consentida de casa, después de todo el ser la única hija mujer me otorgaba ese privilegio, no bajé la guardia neceando a mi padre, que todo me concedía, hasta lograr que una navidad, al encuentro de los regalos de nochebuena encontré una hermosa choper de color, obvio, rosa, para la niña no solo de los ojos de mi papá sino de la casa.

Pasarían varios años, viscisitudes, anécdotas y demás hasta llegar a la gloriosa Esc. Secundaria Othón Almada No. 2 en donde conocí a grandes amigos, algo que era más cercano a mí dado que viví rodeada de mis tres hermanos y en la compañía de sus amigos que visitaban de tarde en tarde la casa familiar. Y es, precisamente a uno de ellos, Jesús Elierce Caballero Lagarda, a quien le debo tantos préstamos que de su bici me hacía sin ninguna otra intención, al menos así lo creí yo, que la de compartir gratos e inolvidables momentos escolares.

Después de ahí, todo cambió al convertirme en toda una preparatoriana, mi universo tembló con la llegada a la hoy extinta EPURS. Amor y paz, flores y rock and roll, tardeadas con el aroma inconfundible de las notas musicales del grupo La Mente y la llegada del que sería mi compañero de tantas almangeaventuras, mi novio de prepa, el hombre de mi vida, el padre de mis hijas y con quien he compartido tantas rodadas por las calles de la Capital del Estado de Sonora, la ciudad de Hermosillo.
Ya matrimoniada y con tres hermosas hijas nos trasladamos a vivir a Hermosillo siendo este un punto intermedio para los viajes “al otro lado” de mi padre siendo así como en una de ellos le pedí me trajera de regalo una bicicleta a lo cual accedió y grande fue mi entusiasmo cuando, de regreso a Navojoa, llegó a casa con una bellísima bicicleta de color rojo brillante. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para vivir en carne propia la experiencia familiar de salir al lugar donde la dejé solo para darme cuenta que junto con un colchón a mi preciosa bicicleta color rojo sangre le salieron alas y voló junto con mis ilusiones ciclistas a las manos de algún amante de lo ajeno y… aunque alguna vez creo haberla encontrado con otro dueño, nada pude hacer al respecto.

Pasarían los años, mis hijas crecieron, los años me alcanzaron y resultó que un buen día llega a casa mi hija, la menor, presumiendo la adquisición de una flamante bicicleta de color rosa y platicando entusiasta de las rodadas que daban inicio en Hermosillo. No me quedó mas que apechugar mi preocupación (¿mi hija en bicicleta por las calles?) y, más que nada por compartir tema de conversación y no quedarme apartada de esta etapa de su vida (mamá al fin y al cabo) le relataba como yo también anduve en bicicleta tiempo atrás (faltaba más) hasta que llegó el día que me dijo: súbete de nuevo, (gulp, por hablantina) pero recordando aquello que se dice que quien aprende a andar en bicicleta no lo olvida jamás, le tomé la palabra ante su insistencia y allá voy.


A partir de ahí solo decir GRACIAS por invitarme a este “rollo”. A mi edad, con mis hijas adultas y siendo abuela ya, ha resultado increible junto con lo que he encontrado: respirar la libertad por cada poro de mi cuerpo a la par que el aire en mi cara; pasear por las calles de la ciudad y recorrer lugares que vas viendo con otros ojos y desde otra perspectiva; conocer gente, rodearte de nuevas amistades, “los morros”, “los chamacos”, “las chicas” que te regalan una sonrisa, un hola solidario enmarcando la nueva constelación familiar ha resultado, créanme,  lo mejor de lo mejor.